ATEÍSMO EN LA HISTORIA ANTIGUA
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Históricamente, podemos rastrear inquietudes respecto del ateísmo, desde Cicerón (106-43 aC) cuando se preguntaba si no existirían religiones primitivas donde el concepto de dios pudiere faltar. Posteriormente David Hume (1757) en su historia natural de la religión, aseveraba que el politeísmo, la primera religión de la humanidad carecía de una creencia en dios. Muchos se atreven a conjeturar que el concepto de dios fue una elaboración tardía de las ideas religiosas. Otros manifiestan que en la mayoría de religiones primitivas del mundo ya existe el concepto de un dios creador, si bien no necesariamente es el centro de sus rituales y culto.
Una primera forma de ateísmo se da efectivamente en el seno de las culturas politeístas donde varias divinidades compiten por ser y obtener de sus adoradores el título de divinidad suprema. Muestras de esta afirmación la encontramos en los Vedas (900 aC) donde se habla de una variedad de dioses como manifestaciones de la naturaleza y, que pueden ser supremos siempre y cuando se les rinda alabanza o culto. Pero por ejemplo, hay himnos que alaban a Indra pero hay otros donde ridiculizan su poder y fama, donde de alguna forma se pone en duda hasta su existencia, así no sea la constante en estos textos, destaca por recalcar que también coexisten con las concepciones religiosas, fuertes escepticismos.
La posibilidad de concebir como fuente última del universo no a un dios sino a una fuerza impersonal, se plantea en los Upanisad (700-600 aC), cuyos textos intentan buscar la fuente suprema del conocimiento y lo llaman Brahman, aunque lo abordan de dos formas distintas: por un lado es la causa última, el verdadero creador de todo lo que es, el dios personal, el objeto de culto; pero por otro lado, Brahman es también la negación de lo que hay. Y téngase en cuenta además que los jainistas son explícitamente ateos, lo mismo que los budistas. Las llamadas seis escuelas ortodoxas (darsanas) del hinduismo también.
Esta posibilidad de concebir a la fuente suprema como algo distinto de un dios, también se percibe en culturas como la china, durante la dinastía Shang (1750-1100 aC) donde se mencionaba mucho a un ser supremo, señor en el cielo, llamado Shangdi, un dios personal que sin ser reconocido como creador, determinaba el curso de los acontecimientos en la tierra. Posteriormente se mira esta línea de pensamiento en la dinastía Zhou (1100 aC) cuando shangdi coexistía con T´ien, el supremo señor del cielo que lentamente se va convirtiendo en una abstracción menos personal y pasa a ser una regla cósmica que de conformidad a un orden moral interviene en los asuntos mortales. Esta manera de pensar evoluciona en el Dao, literalmente “el camino”, la verdad, la normatividad ética que gobierna la vida humana. En el famoso Tao Te King (siglo VI aC), el Dao es el principio metafísico que rige al mundo, algo indescriptible con palabras pero se percibe confusamente en el complejo equilibrio de la naturaleza. Equivale a ley o a orden de la naturaleza identificado consigo misma, no se trata de un dios o de dios por sí mismo. Y sin embargo hasta aquí no hablamos de ateísmo como tal sino de escepticismo respecto a la posible existencia de un dios o del rey de los dioses.
Xunzi (298-238 aC) sostuvo que el cielo no es más que una designación para el proceso natural a través del cual el bien es recompensado y el mal castigado, pero sin efectos sobre actos religiosos o de divinidades.
Dando un salto hacia occidente, nos vamos hacia la antigua Grecia para rastrear indicios de ateísmo en sus sistemas religiosos y filosóficos. Ubiquémonos en el siglo VIII aC cuando se asume que Homero escribió sus poemas religiosos. Allí percibimos a Zeus como el garante del orden moral, no como el dios creador, presidiendo el panteón de divinidades en el Olimpo. Los dioses todos son amorales y experimentan pasiones humanas pero, aún así, reciben adoración de parte de los mortales, quienes les brindan sacrificios. Pero la negación de estos dioses solo empezó a darse alrededor del 300 aC.
Jenófanes (570-475 aC) criticó duramente la poesía religiosa y el pensamiento religioso de Homero, sobre todo atacó las representaciones antropomorfas e inmorales de los mismos dioses; sugirió que si los animales pudieran dibujar y pintar, seguramente tendrían también dioses a su imagen y semejanza. Para él, la idea de un dios ha de ser algo inmutable, única y eterna.
El desarrollo del naturalismo retó a las creencias tradicionales al dar explicaciones científicas de fenómenos naturales que se atribuían a los dioses. Lo chistoso del caso es que aún así, tendían a estructurar sus explicaciones en un concepto divino. Demócrito (460-370 aC), el mundo y todo lo que en él ocurre, es una modificación formal de los eternos átomos que conforman el universo; afirmó así mismo que el fuego es el alma, el sustrato divino de todas las cosas. Anaxágoras (499-427 aC) por su parte, fue acusado de impiedad y obligado a abandonar Atenas por decir que los cuerpos celestes son objetos puramente naturales, que el sol es una piedra al rojo vivo y que la luna está hecha de tierra.
Con la llegada de los sofistas (sobre el siglo III aC), la crítica sobre los dioses fue subiendo de tono gradualmente, aunque de manera velada, pues los grandes mecenas eran crédulos y no podían indisponer sus arcas contra ellos y perder su modo de vida.
Pródico de Ceos, que hizo parte de la primera generación de sofistas, trató de explicar las creencias populares en los dioses, llegando a la conclusión, de que el hombre divinizó aquellas fuerzas inexplicables a su parecer y aquellas necesarias para su existencia. Pero nada de lo anterior indica a las claras un germen de ateísmo, solo de incredulidad frente a la manera de abordar a las divinidades.
La primera expresión real de ateísmo dentro del pensamiento griego, proviene de un fragmento de un drama satírico de Critias (del tiempo de Socrates), donde articula lo siguiente: en los albores de la humanidad, esta no tenía organización social alguna; luego se inventaron las leyes para guardar un orden; como mecanismo para perpetuar este, se inventaron las divinidades e inflamaron la credulidad de la gente en estos conceptos para ganar respeto y obediencia. En esa misma línea de pensamiento se manifestó Euhemero (300 aC aproximadamente) quien sostenía que los dioses habían sido reyes y gobernantes que se habían convertido en objeto de culto debido a las mejoras que habían obtenido para sus respectivas civilizaciones. No obstante lo anterior (sabemos esto por referencias de terceros), Euhemero también aseveraba que los cuerpos celestes son dioses verdaderos y eternos.
Teodoro de Cirene, Cicerón y Diógenes Laercio eran muy escépticos respecto a las ideas religiosas aunque no sentaron un discurso estructurado al respecto.
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