Por Maubert Ávila, Montevideo-Uruguay
Para la Asociación Ateísta Ecuatoriana
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(Evocaciones surgidas tras observar una caricatura en Facebook, en la que un acólito religioso muy emprendedor aparece dándole la tal paliza a un descreído demasiado cuestionador.)
Situación imaginaria la de la viñeta, sí, pero muy similar a otra bien real ocurrida cuando, teniendo yo catorce años, cierto pastor me expulsó del grupo juvenil de la iglesia adventista del séptimo día que funcionaba en mi barrio, el Paso del Molino montevideano (en las que hoy considero que eran unas circunstancias bastante inoportunas para él, dado que nos hallábamos en plena reunión semanal de jóvenes), segregándome definitivamente de su rebaño sólo por no haber logrado él, con su interpretación fundamentalista y literal de las antiguas leyendas bíblicas, explicarme convincentemente una pregunta curiosa e incluso aún algo inocente, la que me había surgido tras haber meditado ciertas lecciones sobre el Génesis recibidas en la escuela sabática adventista (una inquisición la mía nada original, pues ciertamente desde mucho antes y con más elementos muchos otros ya la habían formulado, y yo sólo estaba redescubriendo por enésima vez algunas de las incontables ilogicidades bíblicas, sólo explicables, cuando se observan desde el presente, en función de la muy excusable ignorancia de la humanidad en aquellos días, pero plenamente fuera de época y lugar si hoy alguien seriamente pretende darlas por ciertas). Mi falta gravísima, a ojos del hombre de dios, consistía en haberle inquirido al pastor cómo podía ser cierto que en el arca de Noé -una nave después de todo no muy grande desde los criterios actuales- se habían logrado amontonar los millones de especies animales existentes hoy (quien no subiera no sobreviría hasta el presente), junto a su voluminosa carga del alimento para poder subsistir todos durante meses de navegación a la deriva (en una época en la que ni siquiera existían las cámaras frigoríficas por lo cual no me imagino una colosal carga de animales vivos que debían ser alimento de los carnívoros, y que a su vez debían ser alimentados antes de ser faenados… ¿Y qué decir de las moles de vegetales específicos para todos los diferentes herbívoros? ¿Y la inmensa cantidad de moscas, cucarachas y demás, vivas y alimentadas para nutrir luego a las arañas, escorpiones, libélulas, mamboretás, numerosos hormigueros enteros para los osos hormigueros, y tantos insectívoros, etc., etc., etc. …?). Y la nave debía tener luego más lugar para la familia de Noé y sus vituallas, y aparte también habría que haber incluido a miles de especies de peces separadas en sus respectivas peceras -pues el pez grande se come al chico-, y unos peces son exclusivamente de agua salada como otros de agua dulce, y unos son tropicales y otros de aguas frías, pues inevitablemente la mezcla de aguas saladas y dulces, calientes y heladas, que implicaba el diluvio universal, haría imposible la supervivencia de tantas y tantas especies de peces y de cuántos otros habitantes acuáticos de mares, lagos y ríos, y que además a Dios, si le creemos al Génesis que calla al respecto, se le había olvidado instruir a Noé acerca de la imperiosa necesidad de subir al arca incluso las semillas y gajos de los millones de especies de plantas que seguramente no podrían sobrevivir a meses de inmersión obligada... ¿Cómo limpiaría Noé el interior de las jaulas y pesebres, y cómo se desplazaría de unas a otras, por qué suerte de pasillos? Y luego que bajasen suficientemente las aguas: ¿cómo harían las especies de todo el mundo cuando, tras haber arribado al monte Ararat, debieran dispersarse hasta el último rincón del orbe? Digamos, como podría el oso polar haber llegado al Círculo Polar Ártico, atravesando regiones de calor abrasador para plantígrados de regiones gélidas, o de qué manera el perezoso o el jaguar sudamericanos llegarían desde el Oriente Próximo a su continente de destino, atravesando para ello ¿a nado? el extensísimo y tumultuoso Océano Atlántico, y la Biblia sobre tamañas empresas de titánicos alcances nada decía...
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