*Este artículo fue publicado originalmente el 1 de marzo de 2011 en el blog No Creo en Cucos, de mi autoría. A manera de actualización, se ha reemplazado "Ratzinger" por "Bergoglio", pues se los menciona como cabezas de la Iglesia Católica y no necesariamente por algún particular personal o de su gestión. Los datos y porcentajes son referenciales, es posible que hayan variado considerablemente.
Vivo en un país pequeño. Un arrinconado pueblito sudamericano nacido en medio de revoluciones y turbas políticas. Por este territorio ha pasado tanta historia como café por mi garganta; con la particularidad de ser historia olvidada. No sé por qué exactamente fue que los ecuatorianos desarrollamos esa fantástica habilidad de olvidarnos de todo. Somos una cultura milenaria que no tiene registros ni de sus últimos cien años. Estoy seguro de que ni siquiera nos acordamos qué fue lo que votamos en los últimos comicios.
En resumen, vivo en un país pequeño, de origen incierto, lleno de gente iracunda y olvidadiza que lucha por cosas que ni siquiera recuerda, con decenas de culturas distintas mezcladas cual fanesca y con una inexplicable intolerancia hacia todo, excepto hacia la Iglesia Católica.
Más de veinte nacionalidades y culturas en solo 283.561 km2 y 14'306.876 habitantes. Todos evangelizados. Todos fevientes creyentes en la santa palabra del señor Bergoglio. Y sobre todo, todos tan acostumbrados a ese aplastante 85% de católicos, apostólicos y romanos, que hasta a los ateos y agnósticos (que no somos más del 2% de la población) se nos sale de vez en cuando un "Dios le pague".
Pero de este gigantesco 85%, solo 35% se considera practicante, lo que deja a un 50% de ecuatorianos en el limbo de la mera costumbrista mogigatería.
Y es a esa mitad es a la que pretendo dirigirme con este breve post: 7'153.438 de mogigatos, aproximadamente.
A ver, gente: muchos de ustedes consideran a la teoría de la evolución como un argumento científico sólido y comprobado, ¿cierto? Además están de acuerdo con el uso de condones, no solo con fines de prevención contra el sida, sino como método de control de natalidad, ¿de acuerdo? Y le paran tanta bola a Bergoglio como al profe de inglés del colegio, porque saben que las burradas que dice no son inspiradas por Dios, ¿o sí? Es más, saben que la misma Biblia tiene contradicciones, errores, conceptos abandonados a la libre interpretación, pérdidas conceptuales por causa de las múltiples traducciones, inconsistencias morales, esclavitud, pedofilia, misoginia, guerras, genocidios, ira, venganza y xenofobia, ¿o no? Incluso me atrevería a decir que no van a misa, que los curas les causan cierto rechazo, que han encontrado refugio en una reedición personal de esta religión, que tachan a los devotos como "curuchupas", y que no creen en el sacramento de la confesión, porque su relación con dios no necesita de intermediarios.
Si alguien se siente identificado con la mayoría o con todos los postulados anteriores, pues solo me queda hacer una pregunta:
¿Qué demonios esperan para salir del clóset?
Digo, siguiendo un breve patrón lógico, no le encuentro el sentido a seguir llamándose "católico". Los judíos tienen esa costumbre porque su comunidad está llena de beneficios, más que una religión es como un club exclusivo; ¿pero los católicos? ¿qué beneficio puede traerle a alguien que no está de acuerdo con El Vaticano el seguir llamándose católico?
En Ecuador, el clóset del ateísmo y el agnosticismo está cerrado como lápida, con bisagras herrumbradas y candados de discriminación, miedo, conformismo y costumbre, y con la aldaba del desinterés. Es hora de abrir ese condenado clóset que nos vinieron a instalar hace más de 500 años, a fuerza de fusiles y látigos.